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Periodismo impreso



Como periodista, Estela Leñero ha sido columnista teatral en los periódicos UnomásUno, El Nacional y La Jornada. Escribe desde el año 2000 artículos, ensayos y entrevistas en revistas especializadas tanto nacionales como internacionales, algunas de ellas son: Repertorio, Escénica, Noche de Gala, Nitrato de Plata, ADE Teatro de España y Open Page de Dinamarca.
Obtuvo el premio Red@actuar en la rama de la crítica y en 1993 el Premio Nacional de Periodismo Rosario Castellanos en Prensa Escrita por la entrevista a María Rojo. Tiene editados dos libros donde se recoge su actividad periodística de más de veinte años.
En radio produjo la serie Urbe sonora que consta de veinte programas temáticos en los que se incluía reportajes y dramatizaciones relacionados con los casos.
Ha sido colaboradora como analista teatral en el programa televisivo Primer impacto de canal 22. Desde hace diez años produce y dirige el programa especializado en teatro Este lado del teatro que se transmite cada semana en Código CDMX. Es columnista del semanario Proceso desde 2003.


Recorrido de la labor periodística de la autora




Mi participación en la Revista Proceso


Como crítica teatral en Proceso desde el 2003 a la fecha he ido encontrando una voz en la que clarifico mis ideas y las expongo. A través de mis colaboraciones semanales, intento ir abriendo mi perspectiva desde la honestidad y compartir mi experiencia.


Como crítica teatral en Proceso desde el 2003 a la fecha he ido encontrando una voz en la que clarifico mis ideas y las expongo. A través de mis colaboraciones semanales, intento ir abriendo mi perspectiva desde la honestidad y compartir mi experiencia.
He querido abordar diferentes tipos de teatro: el infantil, el comercial, el independiente, el cabaretero, el nacional, el extranjero y los inclasificables, refiriéndome también a publicaciones, efemérides o temas a discutir. No he estado libre de los embates críticos, las molestias, los enojos y también la alegría cuando sé que he podido transmitir lo que un espectáculo significa y otros lo han recibido. No me he librado de cartas al lector con precisiones o reclamos furibundos de grandes productores. Pero también he sabido que mi columna orienta y colabora con la difusión del teatro que se hace en el presente en nuestra ciudad. Participar con un puñado de palabras para resquebrajar el silencio al que nos empujan o frente al embate de los grandes poderes que con dinero lo pagan todo.
Mi posición como escritora de teatro y sobre teatro, me ha permitido ver las cosas desde dentro y como espectadora. Mi fascinación por el teatro, mi adicción por asistir a una función a la menor provocación y mi curiosidad por lo que se está haciendo en nuestros escenarios, hace que mi trabajo como analista sea muy disfrutable. En cualquier obra hay algo que aprender, algo que observar, algo que me inquieta y motiva. Por eso siempre estoy agradecida a cada uno de los que aporta su trabajo, su imaginación y talento en cada obra que veo. Nunca me arrepiento de haber ido, aunque a veces decida escribir o no escribir al respecto.
Como crítica he ido estableciendo mi propio código ético y metodológico, al ser yo también hacedora de teatro. Para mí, la utilización excesiva de adjetivos, el afán de etiquetar, pontificar o cortar con guillotina, en poco ayuda a un análisis más profundo de lo que se observa. Intento la objetividad, pero como la objetividad absoluta no existe, y eso también es una fortuna, mi postura se refleja en la selección de las obras, en las preguntas que hago y en la forma en la que escribo; en lo que se dice y no se dice, en los subtextos y en lo insinuado. Cuando abordo cualquier espectáculo, procuro combinar la inocencia con el conocimiento.
Me considero, una observadora participante, –retomando las técnicas antropológicas--, donde la distancia ante el objeto de estudio requiere de un involucramiento total, pero al mismo tiempo un alejamiento para hacer una reflexión lo más abierta posible, con el mayor número de elementos y dentro de una lógica interna marcada por la del espectáculo. Mi intención es orientar al lector en su deseo de asistir al teatro, y aunque los lectores pueden pedir una valoración o una recomendación directa, yo procuro exponer los elementos significativos de la obra para que sea el lector el que tenga herramientas para emitir un juicio, si lo considera necesario.
Formar parte del equipo de la Revista Proceso es para mí, un honor y desde aquí, confirmo mi compromiso con este medio que lucha contra el ocultamiento de la verdad y por mantenerse vivo.


Columna Semanal en la Revista Proceso del 2011 a la fecha

Una mirada al teatro en México (2000-2010)


Difícil conjuntar en un libro diez años de trabajo periodístico en el teatro. Mi labor como dramaturga y amante del teatro me ha llevado a volverme una mujer que no puede dejar de ser partícipe del rito escénico.


Difícil conjuntar en un libro diez años de trabajo periodístico en el teatro. Mi labor como dramaturga y amante del teatro me ha llevado a volverme una mujer que no puede dejar de ser partícipe del rito escénico. Por necesidad voy sonámbula cada semana a perderme en el mundo de los otros y ser con ellos un testigo presencial que percibe, siente y reflexiona. Frente a esta adicción encontré la puerta de la escritura de lo visto y oído para hacer extensiva la invitación a los lectores por inmiscuirse en el teatro. Mi objetivo: compartir la experiencia y dar elementos de apreciación y análisis desde mi subjetividad, aderezada con investigación e intento de objetividad, del teatro que se hace en la ciudad de México y de lo que he visto en mis viajes. La honestidad y mis pasiones son las manos con las que toco lo que veo y el instinto me guía por la amplia cartelera que semana a semana se me ofrece. Mis colaboraciones semanales, los ensayos sobre ciertos personajes y su trabajo en el teatro y las reseñas de libros, aparecen como una cartografía de mis intereses creativos, del principio de diversidad que me constituye y de la curiosidad que se impone. Para dejar constancia de mi postura como analista teatral, más que crítica teatral, he iniciado este libro con un ensayo sobre La crítica en las artes escénicas donde expongo mi postura, cobijada con teóricos que orientan y tienen visiones particulares sobre el hecho escénico donde los factores sensoriales son determinantes, la experiencia colectiva y el resignificado de la semiótica y lo humanístico dan herramientas de observación y análisis más ligadas a mi modo de observar y acorde con ciertas concepciones actuales hacia el teatro.

Lo siguiente fue: ¿Cómo seleccionar y ordenar para este libro todo un recorrido de diez años al arrancar el siglo XXI? Para mí el fondo y la estructura están contenidos en la dramaturgia siendo el punto de partida para que la puesta en escena sea habitada por los creativos que con imaginación y talento le dan vida en el escenario. Desde ahí el edificio se construye y cada elemento se vuelve imprescindible para mantenerlo en pie. Mi visión dramatúrgica y mi convicción de que el teatro, al ser un fenómeno presencial, empata con los espectadores desde su identidad cultural, me decidió por plantear los dos primeros grandes rubros: dramaturgia mexicana y dramaturgia mundial.

Si bien la dramaturgia mexicana del siglo XX a partir de Rodolfo Usigli fue el hilo conductor de nuestro teatro buscando una identidad propia tratando de quitarse los atavismos del costumbrismo, las convenciones dramáticas y su literalidad y para pensar el teatro desde la escena, el fortalecimiento de la dirección escénica y su protagonismo teatral tanto como cabeza de proyectos como representante institucional, provocó un rechazo y menosprecio por las propuestas surgidas desde la dramaturgia. Antes de terminar el siglo y en los inicios del siglo XXI la dramaturgia mexicana ha ido encontrando un lugar propio con propuestas escénicas diversas donde la acción, el espacio y la imagen fueron incorporándose desde la escritura, buscando combinaciones creativas, ya sea integrándose también como directores, encontrando alianzas con ellos o formando parte de colectivos, para imponer sus propuestas a pesar de las trabas estructurales y conceptuales existentes.

Mi interés por el desarrollo de la dramaturgia en nuestro teatro me fue llevando, a lo largo de los diez años que testifico en este libro, a visitar diversas propuestas tanto mexicanas como de otras partes del mundo e ir formando un mapa desde esa perspectiva. A pesar del predominio de la dramaturgia extranjera en nuestra cartelera, predominantemente la de los clásicos y la contemporánea de Argentina y España, el hilo de la mexicana fue clarificando la búsqueda plural de un lenguaje. La selección de mi recorrido y su ordenamiento contempla esta variedad tanto generacional, como temática y formal, porque considero que el teatro es presente y en él conviven los dramaturgos que nos antecedieron, los que están en pleno desarrollo y los que surgen con el ímpetu de la juventud. No se trata de que se excluyan mutuamente sino de integrarlos como una morfología riquísima desde mi personal punto de vista y donde los textos mexicanos abordan la profundidad de lo humano pero desde nuestra particular historia, contexto y cultura, permitiendo así forjar, expandir y consolidar nuestra identidad como mexicanos. De ahí gran parte de su importancia. En países como Argentina su teatro ha alcanzado relevancia internacional porque llevan al extranjero y desarrollan en su país un teatro nacional desde su dramaturgia Dentro del apartado de la Dramaturgia mexicana de este libro, se encuentran puestas en escena de dramaturgos fundadores como Elena Garro, Emilio Carballido, Hugo Argüelles, Enrique Ballesté y Maruxa Vilalta, por ejemplo, donde sus respectivos directores hacen palpables sus propuestas, ya sea con interpretaciones atinadas, como la de Los perros dirigida por Sandra Félix, fallidas como la de la propia Vilalta o puntas de lanza para una compañía como la de El Rinoceronte enamorado con la obra de Pescar Águilas de Ballesté. Los mismos autores nos van llevando por la conformación de un teatro del presente con temáticas y formas dramáticas que reflejan modos de trabajo y estilos de dirección. Autores jóvenes se hacen presentes con sus propuestas iniciales: Elena Guiochins, Luis Ayhllón, Verónica Musalém, Bárbara Colio o LEGOM; así como los que empezaron su carrera incursionando en planteamientos más performáticos como Alberto Villarreal o Richard Viqueira. Dramaturgos con más camino reafirman sus búsquedas teatrales como David Olguín y Luis Mario Moncada. Actrices que crean sus propios espectáculos como Ofelia Medina, Jesusa Rodríguez y Las Reinas Chulas; o directores que escriben sus propios textos como Mauricio Jiménez, Claudio Valdés Kuri o Juliana Faesler.

La visión analítica al presentar las puestas en escena semana a semana en la Revista Proceso y otros medios, corresponden a una perspectiva donde la propuesta dramatúrgica es prioritaria, pero considerando el resultado como un todo donde, al desmenuzar cada una de sus partes creativas, es posible observar el conjunto, y a la inversa. El apartado de Dramaturgia mundial, visualiza los intereses de los directores mexicanos al llevar a la escena diferentes temáticas y estilos dramatúrgicos. En el teatro que se presenta en México el teatro extranjero ocupa gran parte de la cartelera; textos probados y archimontados, autores de moda y el éxito en otro país de alguna obra. En mis incursiones teatrales y en la selección hecha para esta publicación, ubiqué autores y directores con propuestas novedosas o calidad y originalidad en la dirección. Los clásicos son fundamentales para llevarnos a la raíz de lo universalmente humano con puestas en escena capaces de transmitirlo: Ludwik Margules monta a Shakespeare, Luis de Tavira a Hauptmann, Manuel Montoro a Beckett y José Caballero a Pinter, por mencionar algunos. Por su parte, la dramaturgia contemporánea se hace visible por directores jóvenes como Emanuel Morales que debuta con un texto del español Juan Mayorga; Veronesse es conocido en nuestros escenarios por Regina Quiñones y descubrimos a Sergie Belbell en el montaje de Francisco Franco en el Foro Shakespeare, a Byrony Lavery dirigido por Lorena Maza o a Carly Churchill por Mario Espinosa. En la primera década del siglo XXI el teatro musical ha sido acaparado por la empresa OCESA, que ha dedicado la mayor parte de sus producciones a maquilar puestas en escena exitosas venidas de Broadway u otros escaparates para reproducirlas tal cual, apoyándose en realizadores mexicanos. Con calidad variable, pero siempre espectaculares y atractivas, ha cubierto un nicho importante en el teatro que se presenta en México al igual que los montajes producidos en el Teatro Insurgentes donde, en la actualidad también participa OCESA. Una revisión rápida en este libro nos da idea de los caminos que el teatro musical ha seguido intentando no excluir otros esfuerzos como los presentados en el Teatro de alta tecnología de Cuicuilco, en el Centro Cultural Veracruzano o en el Teatro de Manolo Fábregas.

La última parte de este libro tiene que ver más con reflexión y análisis alrededor de distintos dramaturgos significativos, posturas ante el teatro o cuestionamientos a cerca de la educación teatral, la formación de públicos o la condición de género. Siguiendo mi perspectiva como dramaturga, en los ensayos incluí a autores como Juan Ruiz de Alarcón, Elena Garro, Luisa Josefina Hernández y Jorge Kuri, donde el análisis de su obra y su vida se mezclan para darnos un perfil más amplio del personaje y constatar la integración público y privado en la observación. Incluí el recorrido que hice sobre mi padre y mi relación laboral con él como una manera de reconocerlo y agradecerle la semilla que puso en mí. Algunos de los artículos de este apartado están escritos a modo de entrevistas como el relativo a Ignacio Retes y a los testimonios sobre Rodolfo Usigli y el ensayo Pioneras del teatro en México, tiene su raíz en la conferencia que di en un Festival de dramaturgas en Grecia, que ampliado y reconsiderado expuse en el Festival de Cádiz bajo este nombre.

Los capítulos de Homenajes y Libros intentan captar, de alguna manera, el pulso de los acontecimientos en el periodo tratado relativo a los hombres y mujeres determinantes para los escenarios que murieron en ese periodo, a los que se trajeron a la memoria por su aniversario o a los que les fue otorgado algún reconocimiento. Seleccioné personajes de la escena nacional que fueron significativos en mi consideración como Ludwik Margules y Hugo Arguelles y en la internacional como Harold Pinter y Augusto Boal. Los libros que surgieron en ese periodo gracias a editoriales como Escenología, Libros de Godot, Ediciones el Milagro y las publicaciones de la Universidad de Monterrey, dan constancia de la intensa actividad dramatúrgica en México, pero que se enfrentan al problema grave de la distribución.

Este libro es pues un reconocimiento y una exaltación al proceso teatral que se dio en nuestro país durante el primer decenio del siglo XXI, poniendo en primer plano tanto la creatividad de sus realizadores como las puestas en escena vivieron, gracias a ellos, de manera efímera pero que en nuestra experiencia permanecerán. El teatro es una pasión que nos desborda, que aparece y desaparece en un abrir y cerrar los ojos, que se comparte y que, con el paso del tiempo, va labrando su historia. Aquí, apenas, una muestra. Finalmente quiero agradecer a Maricarmen Velazco su ayuda en la organización del material, a Miguel Ángel Pineda por sus sugerencias y a mi padre Vicente Leñero que gracias a él se inoculó en mi este gusano del teatro que le da sentido a mi vida y que también carcome y engrandece mi espíritu que, algún día, volará como mariposa hacia él.


Libro completo

Introducción de Mauricio Jiménez

Presentación de Patricia Corona

Teatro para niños

Festivales internacional


Voces de teatro en México a fin de milenio (1990-2002)


Este libro reúne una serie de textos publicados en revistas y periódicos en la década de los noventa. Compartir la experiencia escénica y conocer el teatro que se hace en México, fue uno de los impulsos de querer escribir sobre teatro.


Este libro reúne una serie de textos publicados en revistas y periódicos en la década de los noventa. Compartir la experiencia escénica y conocer el teatro que se hace en México, fue uno de los impulsos de querer escribir sobre teatro. Hice notas para diferentes medios periodísticos. Escribí para el suplemento del Uno más uno y para La Jornada semanal. Después, en El Nacional, tuve la oportunidad de escribir entrevistas largas y conocer con más detalle a los personajes entrevistados. El motivo era periodístico: informar de la cartelera que estaba en ese momento a partir de los mismos creadores.

Los artículos publicados en revistas de teatro, abarcaron otros aspectos del hecho teatral. Algunos comentan un acontecimiento teatral o simplemente lo relatan; otros reflexionan alrededor del hecho escénico o rascan en la historia de las mujeres de teatro. La variedad de artículos acumulada por tantos años dispersos, hizo difícil su organización; así que dividí el libro en cuatro capítulos según su estilo periodístico. Arranqué con entrevistas a partir de una obra en cartelera, continúe con reseñas y en el siguiente capítulo incluí ensayos y crónicas. Finalmente retomé la entrevista a personajes o a grupos de teatro, siendo ellos el punto de partida. Huellas efímeras, corresponde a una serie de entrevistas realizadas a colegas y maestros en el teatro que nos permitieron conocer sobre sus procesos creativos, sus motivos artísticos, sus obstáculos para realizar anhelos y la mezcla de sufrimiento y placer que les dio el teatro.

En Donde los pies pasan volando se reseñan diferentes puestas en escena presentadas en nuestro país, tanto nacionales como internacionales. Obras de jóvenes teatristas u obras participantes en los Festivales de la Ciudad de México y del Cervantino. Terminé llamándolas reseñas por ser un testimonio de la experiencia de lo que existió en los escenarios y una forma más de cómo se le recuerda.

Al final de cada artículo gracias a la colaboración de Eugenia Leñero, se incluyó una ficha con la información completa de la obra y el año en que se publicó la nota. Aunque cada apartado tiene un orden cronológico, se dudó mucho si ordenarlos alfabéticamente, ya sea por autor o por título de obra.

Haciendo memoria es una recopilación de testimonios y reflexiones alrededor del fenómeno teatral. Hay artículos que reseñan diversos encuentros para analizar el teatro, la política cultural de nuestro país o un taller intensivo de improvisación. Otros especulan a partir del espacio escénico como centro de experimentación, análisis y propuesta dramática. También se incluyen partes de una investigación sobre divas, empresarias, autoras, directoras y escenógrafas del teatro mexicano, con la intención de participar en el rescate testimonial del teatro hecho por mujeres en su momento de despegue como lo fue el siglo XX.

El último capítulo, Personas/personajes, vuelve a la entrevista para hacer hablar a actrices, directores e integrantes de diferentes grupos de teatro. Son entrevistas con una forma de exposición diversa. A veces la entrevista es una nota sintética, o aglutina personajes para hablar con ellos de manera más holgada.

El texto con el que cierra el libro, escrito el año pasado, pretende encontrar razones suficientes para pensar en el espacio escénico como el punto de reunión creativo de los hacedores de teatro y el público asistente, su invitado de honor.

Aunque el teatro suceda sólo una vez, renombrarlo ayuda a que no se muera. Dar fe de lo que sucedió en un teatro, es como gritar a los cuatro vientos que el teatro sigue, que si hubieron, hay y habrá constructores de teatro; que lo que urge es reforzarlo, inyectarle vitaminas para que la tierra sea fértil y no desértica, como tantas veces la encontramos.


Libro completo

Índice de personajes y obras

Prólogo de Fernando Solana

Ojos y voces de la imaginación de Mónica Lavín